PRINCIPIO DE IGUALDAD EN EL CICLO DEL PROYECTO
INTRODUCCIÓN
Al
encontrarnos en un momento político, económico y social de gran oportunidad para
la ejecución efectiva de la igualdad en las organizaciones y sus actuaciones.
Un momento propicio dado el impulso y la centralidad que este asunto ha tomado
en las agendas políticas a todos los niveles y por la necesidad imperiosa de nuestros países de
insertar más personas al mercado laboral, donde las mujeres representan el
principal contingente potencialmente incorporable.
Agregar la
perspectiva de género en una organización o proyecto, además de nuevos esquemas
de pensamiento, va a requerir también del diseño de un plan estratégico adaptado
a sus características y a sus necesidades. Lo que supone, inexorablemente,
contar con recursos específicos –humanos, materiales y temporales- así
como con asesoría especializada en políticas de igualdad y género. Unos
recursos que van a depender, en definitiva, del compromiso político de
las organizaciones así como su disponibilidad operativa y funcional para el
cambio.
Es
conveniente recordar que, en la vida cotidiana de organismos y entidades, las
distintas fases del ciclo del proyecto no son compartimentos cerrados ni se
suceden linealmente; éstas deben mantener estrechos vínculos de
interdependencia y de simultaneidad temporal, además de requerir el flujo de información
continuo entre todas ellas para facilitar su constante reajuste y mejora.
DESARROLLO
El diseño
de un proyecto parte de un buen diagnóstico de la realidad social donde
se va a intervenir.
Así por
ejemplo los proyectos de empleo, deben tener un diagnóstico que incorpora la
perspectiva de género debe describir la situación de las relaciones de
género en el mercado de trabajo, donde queda englobado tanto el trabajo
productivo como el reproductivo, así como los contextos sociales y culturales
–educativos, familiares, empresariales, en los que estas relaciones se
desarrollan.
Esto nos permite
visibilizar la discriminación de género y desvelar sus causas para:
- Asegurar
la eficacia de nuestros proyectos en materia de igualdad.
- Validar
la pertinencia dirigido a la mejora de las condiciones sociolaborales de
hombres y mujeres.
La
extracción de esta información podrá realizarse sobre la base de:
a)
Estadísticas laborales desagregadas por sexo y en su comparativa
entre hombres y mujeres. Por ejemplo, los niveles educativos y formativos; la
población en relación con la actividad económica; las
tasas de actividad, empleo y desempleo; la ocupación por sectores y ramas de
actividad; el tipo de ocupación, situación profesional, jornada y contratos;
retribución salarial; etc.
El
análisis se centra en las principales situaciones de discriminación que sufren
las mujeres en el mercado laboral: menor acceso por cuenta ajena; mayores dificultades
para la creación y fortalecimiento del empleo por cuenta propia; mayor índice
de contratación temporal y empleos a tiempo parcial; inferior acceso a los puestos
de decisión y menores oportunidades de promoción profesional; concentración en
determinadas profesiones y oficios, con peores condiciones laborales; menor
remuneración, etc.
b)
Estudios y análisis específicos, de carácter más
cualitativo, que atribuyan a dar cuenta de las causas o razones de la
desigualdad.
Puede
afirmarse que las desigualdades de género en la sociedad en el funcionamiento
del mercado laboral derivan, principalmente, de la división sexual del
trabajo, que tradicionalmente ha asignado el trabajo de mercado al hombre y
el trabajo familiar-doméstico a la mujer.
Esta
división se debe a culturas, creencias y valores interiorizados por las propias
mujeres, por el entorno empresarial y laboral, por el entorno familiar e, incluso,
por el entorno institucional, que se traducen en comportamientos y estereotipos
que se retroalimentan entre sí en un complejo sistema cuyos síntomas no siempre
son reconocibles a simple vista. Valores y estereotipos sociales que afectan a
las elecciones profesionales de hombres y mujeres, a la capacidad de empleabilidad
de éstas, a la disposición del empresariado por contratarlas, a la menor
valorización del trabajo que realizan, etc. Y sobre todo, de una organización
social que reproduce estos valores y estereotipos y de una organización
económica que se circunscribe al mundo del empleo y no del “trabajo”.
Por
este motivo es esencial introducir elementos clave al análisis como:
·
Uso de los espacios:
público y privado, social, doméstico, laboral, profesional, Lúdicos, por parte
de varones y de mujeres.
·
Uso y control del tiempo:
dedicación diferenciada de mujeres y hombres al trabajo productivo y
reproductivo.
·
División sexual del trabajo:
trabajo productivo, trabajo reproductivo. Valores, normas, estereotipos, que
refuerzan esta segregación de género.
·
Acceso, uso y control
diferenciado de los recursos por parte de las mujeres y los hombres:
información, movilidad, tecnología, dinero, formación, ocio,…
·
Condición y posición de las
mujeres y varones dentro del sistema social en función de los criterios
anteriores (espacio, trabajo/empleo, recursos).
·
Imaginario colectivo (valores,
normas, estereotipos,…) que refuerza y retroalimenta
la discriminación de género en el entorno social donde se va a realizar el
proyecto.
Este
tipo de análisis se traduce en un ejercicio complejo que necesita de enfoques
más cualitativos que los que tradicionalmente se aplican y que trascienden
la búsqueda de información en los datos estadísticos. Requiere de investigaciones,
estudios y la utilización de otras fuentes secundarias y/o primarias más
adaptadas y focalizadas al respecto.
c)
Y si fuera posible, un diagnóstico participativo realizado
con hombres y mujeres del territorio, barrio, comunidad, etc., para percibir y
entender las bases de las desigualdades en el espacio de intervención.
CONCLUSIÓN
En
todo este proceso, la incorporación del enfoque de género es más sencilla si el
análisis está adaptado a los ámbitos sobre los que el proyecto desea
intervenir, ya que hacer este ejercicio sobre dimensiones y ámbitos concretos
ayuda a deducir y revelar con mayor facilidad los factores y causas de la
desigualdad.
Además
del análisis de situación de hombres y mujeres en el mercado laboral, es aconsejable
introducir en los diagnósticos otros elementos que nos ayuden a contextualizar
nuestra intervención y a sacar el máximo provecho a la experiencia
ya adquirida por intervenciones anteriores. Se está haciendo referencia, por
ejemplo, a los planes y políticas de empleo y de igualdad con
incidencia en el territorio; a los resultados obtenidos y las buenas
prácticas adquiridas en otros proyectos; etc.
Desde
el punto de vista de la igualdad, por tanto, será la identificación de las
principales situaciones de discriminación que sufren las mujeres en el mercado
laboral así como las causas que las producen.
En Bolivia se encuentra en
el puesto 30 de 135 países en materia de reducción de la brecha de género,
según el índice que elabora el Foro Económico Mundial, y en los últimos siete
años ha mejorado de forma constante ya que esta diferencia se redujo 73% en 2013
frente al 63% que lo hizo en 2006. Los mayores logros se consiguieron en
materia de salud, en la que la brecha se redujo 97%, seguido de educación
(96%), participación económica (63%) y política (37%), aunque es en este último
apartado donde está mejor situada globalmente (20)1.